Debemos a los chinos
de esa época muchos inventos y adelantos técnicos,
que siglos después cambiarían la historia de
la humanidad. Vamos a revisar tres ejemplos: el papel, las
primeras formas de la imprenta y la pólvora.
Los chinos aprendieron a producir papel utilizando fibras
de bambú, paja de arroz o desechos de tela vieja, que
mezclaban con agua y alguna sustancia pegajosa, hasta formar
una pasta muy fina. Después ponían la pasta
a secar formando láminas delgadas colocadas en un bastidor.
El producto obtenido era uniforme, liso y mucho más
barato que el pergamino, usado en Europa para escribir y que
se fabricaba con pieles de animales. El papel no sólo
servía para escribir: se usaba en los muros de las
cosas, como empaque y en otras muchas cosas.
Junto con la invención del papel, los chinos dieron
los primeros pasos en el desarrollo de la imprenta. Buscaron
un procedimiento que, en lugar de copiar los escritos a mano,
les permitiera obtener muchas reproducciones iguales de un
mismo original. La solución fue labrar los caracteres
de una página en una plancha de madera, de manera que
éstos sobresalientes. Después entintaban la
plancha y aplanaban sobre ella hojas de papel. Como ves, es
un sistema parecido a los sellos de hoy en día.
Siglos más tarde, cada signo se labraba en un trozo
separado de madera, que se combinaba con otros para formar
expresiones. El sistema era más rápido, aunque
la enorme cantidad de caracteres de la lengua china dificultaba
las cosas. Los primeros libros, calendarios y noticias se
imprimieron con estos procedimientos.
Los químicos chinos descubrieron que al mezclar carbón,
azufre y salitre en ciertas proporciones, se produce una mezcla
que explota en contacto con el fuego: ésa es la pólvora.
Durante un tiempo, el nuevo invento no tuvo aplicaciones militares;
sino que se usaba para fabricar fuegos artificiales. Más
tarde los chinos y los mongoles encontraron que con ella también
podían hacer bombas. Sin embargo, el uso eficaz de
la pólvora en las armas de fuego no fue logrado realmente
por sus inventores sino por los europeos del siglo XVI. |